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LA METÁFORA DEL CUARTO DE BAÑO

No sé si conocen aquello que Isaac Asimov dijo sobre el efecto cuarto de baño. Habida cuenta de estos últimos movimientos que se producen en el mundo, me lo ha recordado. El divulgador científico, y no menor autor literario de ciencia ficción, planteó un dilema moral. En una entrevista aseveró que, si en una vivienda habita una pareja y poseen dos cuartos de baño, no habría problemas en usarlo cada cual para lo que quisieran. Sería muy sencillo tener la libertad para tenerlo cuando uno quisiese y para lo que estimase oportuno, con total libertad. El problema radica cuando los moradores de la casa se multiplican por cinco o por diez, cada uno con sus necesidades o incluso haciendo mal uso de los mismos para momentos de asueto que nada tienen que ver con necesidades primordiales; o tal vez tomarse más tiempo de la cuenta para usos esenciales... Desde ese mismo instante, se hace más difícil soslayar siquiera la conveniencia de que todos dispongan del mismo tiempo y las mismas oportunidades a cualquier hora del día. Resultaría complicado establecer o especificar qué es lo que urge más o verificar un baremo de importancia para su uso. Aunque se dictaminen ciertas normas capitales, al final quedan excluidos miembros necesitados de verdad por fuera de juego, o bien las normas acaben siendo tan estrictas que apenas pueda ser utilizado como es debido. En última instancia, se utilizaría para necesidades que nada tienen que ver con su propósito original.

Ya hemos visto y comprobado que queda muy antisistema tomar como dogma vital la ignorancia, y prima mucho más la estética que la ética. Cada vez se tolera menos una crítica constructiva y se recibe mejor unas palmaditas en la espalda, aunque eso acabe por empujar al agasajado por un precipicio. En un país tras otro, vemos también cómo se suman los dirigentes que, si bien antes era considerada una lacra abominable dentro de una democracia, ahora se palpa hasta en el ambiente el canibalismo exacerbado que lo devora todo de la pseudoestética del antisistema con el que se disfraza el neofascismo. 

A medida que la población mundial va en aumento, decrece el interés por la norma civilizada, ética y moral de respetar al contrario, de los valores intrínsecos que nos diferencian de los animales (si mi vecino no se detiene en un stop, ¿por qué voy a hacerlo yo?). Esa grieta por donde se escapa el interés por lo público, por lo que compartimos de común acuerdo, ese cuarto de baño por donde tenemos que pasar todos y adonde iremos a antes o después a lo largo del día, va perdiendo el interés del común de los mortales, porque todos queremos nuestro derecho a la intimidad, nuestro bienestar particular, nuestras necesidades intrínsecas, coincidan con las del resto o no. Las normas se vuelven más restrictivas porque cada vez son más numerosos los usuarios..., mayor el número de imitadores con craneo de carnero por sombrero y taparrabos de indio arapahoe. Y al final vamos en pos de aquello que parece verdad porque suena a razonable, sin contrastar lo más mínimo: lo ha dicho fulano de tal en Tik Tok.

Igualmente, esta metáfora de Isaac Asimov también va dirigida, no solo a los derechos y libertades individuales (queda patente que están en grave peligro en todo el planeta, aunque ya es un bien escaso e inexistente en muchos países desde hace décadas), sino también a los recursos naturales. Tenemos recursos suficientes para todos, pero gastamos más del doble del que necesitamos. Lo cual significa que no habrá tiempo para todos en el cuarto de baño, con lo que ello significa, imagínelo. Esta superpoblación también trae consigo un menor peso del valor de la vida, puesto que el sentimiento individual acaba prevaleciendo por encima del común de los mortales.

Vemos el poco valor que tiene la vida en base a cómo miramos con indiferencia las decenas de conflictos bélicos que asolan el planeta, mucho más allá de Ucrania y Gaza, ya de por sí deleznables: hay quien piensa que sus necesidades están muy por encima de las necesidades que puedan tener los demás de utilizar el cuarto de baño. A mayor presión, menor valor el significado ético y moral de lo que nos une y nos hace humanos... De la propia vida.

Y con la democracia pasa exactamente igual: demasiada gente para un solo baño. Y lo fácil es sucumbir a lo fácil, valga la redundancia, el yo primero y el tiempo que haga falta, no vaya a ser que nos hagamos nuestras necesidades en las mismas puertas del cuarto de baño. Que, al final, es lo que va sucediendo, sin importar lo que pueda pensar el que venga detrás, y si acaso, que se joda, aunque uno no pueda utilizarlo más adelante.


© Daniel Moscugat, 2025. Todos los derechos reservados.


LA METÁFORA DEL CUARTO DE BAÑO (ISAAC ASIMOV)

«Si dos personas viven en un apartamento y hay dos cuartos de baño, entonces los dos tienen libertad para usar el cuarto de baño cuantas veces quieran y pueden estar en el cuarto de baño todo el tiempo que deseen y para lo que deseen usarlo. Y todo el mundo cree en el derecho a cuarto de baño y en la libertad a usarlo cuando le apetezca, nadie está en contra de eso, todos creemos que debería estar hasta en la Constitución.

»Pero si hay veintidós personas en el apartamento y solamente dos cuartos de baño, no importa cuánto crea la gente en la libertad y el derecho a cuarto de baño, porque tales cosas no existen. Entonces hay que establecer turno para cada persona para usar el baño, se tienen que establecer normas como que no puedes usarlo para cortarte las uñas, solo para necesidades y ducharte, lo que tendrás que hacer en poco tiempo… tienes que golpear la puerta para entrar… «¿Aún no estás listo?»… y así. De la misma manera, la democracia no sobrevive cuando hay superpoblación. La dignidad humana no puede sobrevivir a ello. La comodidad y la decencia no pueden sobrevivir a ello. A medida que crece la población planetaria, el valor de una vida no solamente declina, sino que al final desaparece. Ya no importa si alguien muere. Cuanta más gente hay, menos importa cada individuo».

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