«... si la mujer no hubiera existido más que en las obras escritas por los hombres, se la imaginaría uno como una persona importantísima; polifacética: heroica y mezquina, espléndida y sórdida, infinitamente hermosa y horrible a más no poder, tan grande como el hombre, más según algunos. Pero esta es la mujer de la literatura. En la realidad, como señala el profesor Trevelyan, la encerraban bajo llave, le pegaban y la zarandeaban por la habitación. De todo esto emerge un ser muy extraño, mixto. En el terreno de la imaginación, tiene la mayor importancia; en la práctica, es totalmente insignificante». Esta es una cita extraída de un texto de referencia para el feminismo: Una habitación propia , de Virginia Woolf. Por lo que a mí respecta, me da que más de uno que presume de cultura ni siquiera lo ha ojeado, ni ese ni nada más interesante que que no sean los panfletos condenados por la justicia de Alfonso Ussía o de Salvador Sortres (por poner el foco en dos de los más contumaces machist...
Vivimos unos momentos en estos tiempos que nos ha tocado vivir peculiares en lo que a la literatura se refiere: nunca antes se había escrito tanta poesía y, sin embargo, pocas veces ha sido tan difícil encontrarla. En el océano digital en el que nos sumergimos a diario, los versos flotan como mensajes en botellas lanzadas por millones de manos anónimas, pero el agua que los mantiene a flote apenas tiene profundidad. En un tiempo en que la poesía parece haberse extraviado entre los algoritmos y las prisas, el Premio Ánfora de Plata tiene el honor de alzarse como un gesto de resistencia. No solo frente al olvido, sino también frente a la trivialidad. Porque hoy, más que nunca, escribir un poema auténtico es un acto de fe —y leerlo, un acto de valentía. El lirismo parece haber olvidado su antigua vocación de desvelar lo invisible para contentarse con describir lo evidente. La poesía contemporánea, en demasiadas ocasiones, confunde el espejo con la máscara. Se ha vuelto autorreferencial, p...